Escritos y publicaciones

 

Cástaras en los libros

 

Adiós Sierra Nevada

Un homenaje desde Brasil a emigrantes castareños

Cubierta del libro homenaje de David Pilatti a los antepasados castareños de su esposa María Estela Cordeiro.

 

Gacetilla en La Vanguardia del sábado 29 de abril de 1905 informando de la llegada a Río de Janeiro del vapor en el que viajaron José y Amalia.

 

Amalia y José con sus hijas Rosa, María y Dolores en 1910.

Dos vistas actuales de la casa familiar construida en 1923 en la calle Itaiacoca, hoy Hinon Silva, de Ponta Grossa.

Vista actual de Passo do Puppo, el poblado donde prosperó la familia Rodríguez-Martín. (Cortesía de José Mário).

Entre tristísimas escenas protagonizadas por emigrantes y por los parientes o amigos que acudían a despedirlos, varios cientos de compatriotas que huían de la penuria, subieron a bordo del vapor francés Orléanais surto en el puerto de Málaga. Este buque de 2600 toneladas, propiedad de la compañía marítima SGTM, prestaba servicio desde 1903 en la línea Marsella - Barcelona - Málaga - Rio de Janeiro - Santos. Como otras muchas veces, aquel 11 de abril de 1905, se hizo a la mar al mando del capitán Coudopen, con rumbo a Río de Janeiro,  llevando en viaje sin retorno a un pasaje que se apretujaba, atemorizado y esperanzado, en los inmundos camarotes del navío. Entre ellos iban dos familias castareñas: José Rodríguez Rodríguez, su mujer Amalia Martín Ruiz y Rosa, párvula que no alcanzaba los tres años, entonces única hija viva del matrimonio, y Horacio Martín Ruiz, hermano de Amalia, con su mujer Dolores y sus tres chiquillos.

Cien años después, María Estela Cordeiro nieta de José y de Amalia e hija de Rosa, aquella niña castareña que se convirtió en brasileña sin llegar a conocer su aldea natal, volvió sobre los pasos de sus abuelos para visitar la bendita tierra que los vio nacer y que ellos le enseñaron a querer. Tras este viaje en el que la acompañó su marido David Pilatti Montes, oriundo de Vélez de Benaudalla, surgió un libro en el que David cuenta la historia de José y de Amalia, describe su tierra de origen, reproduce partidas de nacimiento, certificados de inmigración y otros documentos, inserta fotografías y recuerdos del álbum familiar, homenajea con especial cariño a Rosa, su suegra, e incluye una lista genealógica con los descendientes del matrimonio Rodríguez-Martín que abarca hasta los cuadrinietos.

Lo que sigue es extracto de este librito, producto de largas y profundas pesquisas, publicado por la Editora Grafica Planeta de Ponta Grossa en 2002, y dedicado en sus ciento veinticinco páginas  a honrar a los ancestros de María Estela.

Había nacido José en Murtas pero desde hacía tiempo vivía en Cástaras con sus padres y único hermano. En su juventud trabajó de dependiente en un establecimiento de Granada. Amalia era de Cástaras y allí vivió salvo el tiempo que pasó interna en el Colegio de Santo Domingo de Granada completando la formación adquirida en la escuela primaria de niñas de Cástaras, regida entonces por María de los Santos Puga. Siendo muy joven, con tan solo diecisiete años se casó con José, diez años mayor que ella, que por entonces, además de cuidar los huertos y criar los animales domésticos, se encargaba del cobro de impuestos en el municipio.

La inquietud de José y el deterioro económico general que sufría la España de la época, especialmente acusado en Cástaras y en La Alpujarra, provocaron que la familia Rodríguez-Martín se lanzase a la aventura y emigrara, como hacían otras muchas familias en aquellos años. Así José y Horacio decidieron buscar nueva vida en Brasil, tierra de promisión que los anuncios insertados en periódicos de principios de siglo describían plena de riquezas. Vendieron por lo que les quisieron pagar el escaso peculio de bancalillos que poseían en Cástaras, reuniendo el dinero justo para comprar el pasaje y sobrevivir unos meses en la nueva tierra extraña. Y con su equipaje de sueños y de penas embarcaron aquel día de primavera en el Orléanais, dando un brusco giro al curso de sus vidas que los trasladó a un mundo nuevo, desconocido y muy distinto al que dejaban en Cástaras.

Tras un penoso crucero de dieciocho días, las dos familias castareñas desembarcaron en Santos y viajaron en tren hasta Sao Paulo, desde donde  la de Horacio fue enviada a la hacienda Santa Eudoxia y la de José a una plantación cafetera ubicada en San José de Río Pardo. Un año de duro trabajo y de malos tratos, su afán de mejorar y el deseo de reunirse con la familia de Horacio, empujaron a José a trasladarse hasta Ponta Grossa. En Passo do Pupo, un poblado cercano, compró unos terrenos e instaló un almacén de secos e molhados.

Horacio, arrepentido de haber emigrado, decidió probar suerte en Buenos Aires donde se colocó en el diario La Prensa, del que sería redactor por muchos años. Por el contrario para José y Amalia el sueño americano comenzó a realizarse en Passo do Pupo. José se convirtió en el líder del poblado. Mientras Amalia cuidaba el almacén y recomendaba a los colonos remedios caseros para sus dolencias, él enseñaba a leer y escribir a los chiquillos y a los mayores. Trabó amistad con Joao Pedro y con Basilio Ribas, destacados políticos de Ponta Grossa, y con otros personajes de la región. En 1909, al crearse en Passo do Pupo la oficina de registro civil y la notaría pública, fue nombrado escribano en aquella y tabelião (notario) en esta, cargos que desempeñó más de catorce años. Al mismo tiempo atendía el almacén, criaba cerdos, labraba la tierra y cuidaba las necesidades de sus convecinos. Enlazó telefónicamente Passo do Pupo con Ponta Grossa, mediante una línea aérea que era necesario elevar con una caña de bambú al paso de carros y ganado en los cruces de caminos.

Entretanto traía hijos al mundo y los criaba: hasta diez, ocho mujeres y dos varones. Para que estudiaran en colegios de Ponta Grossa, compró allí una casa en 1922, a la que marchó Amalia con su prole, excepto María, su segunda hija, que ayudaba en la oficina del registro. Pero poco después dejó Passo do Pupo para ir a vivir con ellos a Ponta Grossa. Compró cuatro casas y construyó una más, para su residencia; montó una fábrica de sandalias y una granja porcina.

La familia Rodríguez en 1928.

 

En 1930 marcha, con toda la familia, a ejercer el magisterio en una escuela recién creada en la próspera Guarapuava, a 164 kilómetros de Ponta Grossa, pero su inquietud y gusto por el comercio le hicieron retornar pronto para montar un nuevo almacén de secos e molhados en una de sus casas. Esta fue la última entre sus múltiples actividades. Falleció en 1940 en el postoperatorio de una hernia inguinal.

 

Amalia y sus ocho hijas.

 

Amalia le sobrevivió veintiocho años, disfrutando de una serena vejez tras la azarosa existencia junto a José. Murió en 1968 rodeada por sus hijos. Rosa, la hija castareña, al ser la mayor entre los hermanos, ayudó a su madre en el cuidado de los menores y en las tareas de casa. Estudió interna en el Colegio de Santa Ana de Ponta Grossa. Se casó en 1924 con Aguilar Cordeiro, telegrafista, con el que tuvo seis hijos. Murió con sesenta y cinco años en 1968, el mismo año que su madre.

 

David Pilatti Montes, autor de Adiós Sierra Nevada, en su despacho de Ponta Grossa (izquierda) y bebiendo en la fuente de La Placeta de Cástaras, recién construida cuando su suegra emigró a Brasil.

 

Como otros muchos oriundos de Cástaras que la  lacra de la emigración ha esparcido por el mundo, hoy pululan en Brasil numerosos descendientes de este matrimonio paradigma de emigrantes castareños y alpujarreños. Que el libro y esta página sirvan de homenaje a todos ellos.

 

 

 

 

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Fecha de publicación:

5-5-2009

Última revisión:

24-04-2023