Jorge García García. Recuerdos de Cástaras
Con asesoramiento musical de José Luis Prats.
A poco que se observe de cerca, impresiona la variedad y riqueza que podemos encontrar en nuestro folclore y las influencias originarias de otras culturas, aun lejanas, que se descubren en sus fundamentos, máxime si aceptamos que la Alpujarra ha sido hasta hace poco más de seis o siete décadas una comarca muy aislada.
El villancico que traemos este año a Recuerdos de Cástaras para su estudio y recuperación es un ejemplo insólito de esta riqueza cultural. Se trata de una habanera que cantábamos por las navidades de mediados del siglo XX, cuya letra, de carácter navideño, había obrado la conversión de una pieza musical profana y algo sensual en un villancico popular.
Pobre negrito,
que triste está
porque al pesebre
no puede entrar
porque el Niñito se va a asustar
al ver al negro
y va a llorar.
El negrito dice al Niñito:
Chiquitito déjame entrar,
que aunque tenga la cara tan negra, ¡ay!,
tengo un alma que salvar.
Pobre negrito,
que triste está
porque al pesebre
no puede entrar
porque el Niñito se va a asustar
al ver al negro
y va a llorar.
Y el negrito dice: señora
ricas frutas yo traigo aquí,
chirimoyas, guayabas y coco, ¡ay!,
lo mejor de mi país.
También le traigo a su mercé
el Puerto Rico y el buen café,
la dulce caña, rico maní,
el platanito y el canisté.
Pero a cambio os pido señora
me dejéis al chiquitín
que lo lleve a mi Cuba querida, ¡ay!,
que hace más calor que aquí.
Pobre negrito
por fín entró
y ante el pesebre
se arrodilló
y muy contento,
lleno de amor
al Niño pide
su bendición.
Pobre negrito,
que triste está
porque al pesebre
no puede entrar
pobre chiquillo se va a asustar
al ver al negro
y va a llorar.
Y el negrito dice llorando:
Chiquitito déjame entrar
Que aunque tengo la cara tan negra, ¡ay!
Tengo un alma que salvar.
Por fin el negro también entró
y ante el pesebre
se arrodilló
y muy contrito,
lleno de amor
al Niño pide
su protección.
Y el negrito dice a la madre:
ricas frutas yo traigo aquí
ricas piñas, guayabas y cocos, ¡ay!,
lo mejor de mi país.
También le traigo a su mercé
de Puerto Rico el buen café
la dulce caña, el rico mamey,
el platanito y el canisey,
pero en cambio pido señores
que me dejen al Chiquitín,
que lo lleve a mi Cuba querida, ¡ay!,
que hace más calor que aquí.
El tema musical, al parecer inspirado en una cancioncilla cantada por esclavos afroamericanos, se puso de moda en la España continental, y suponemos que también en Hispanoamérica, a mediados del diecinueve, en pleno Romanticismo, cantado con tremendo éxito por afamados solistas en los mejores teatros compitiendo con las óperas que se representaban en la época. La melodía fue incorporada por varios autores a zarzuelas estrenadas por entonces y hasta Juan Valera la cantaba según refería por carta a un amigo. Coincidiendo con esta popularidad, se difundieron varias ediciones de pliegos de cordel con la letra de la canción bajo el título El tango americano o El nuevo tango americano.
Hojas de pliegos de cordel editados en Madrid en 1849 (izquierda) y en Barcelona hacia 1850 (derecha) con letras de la composición «Pobre negrito» bajo los títulos El tango americano y El nuevo tango americano, respectivamente. (Imágenes tomadas de la Biblioteca Digital de la Comunidad de Madrid y del blog «Almanaque»).
El pianista y compositor polaco Julian Fontana, amigo y albacea musical de Chopin, recogió el tema en su obra de 1845 La Havanne, Fantaisie sur des motifs Américains et Espagnols, opus 10, con el título Chanson des nègres de l’Île de Cuba. Por su parte, Sebastián Iradier publicó diez años más tarde una partitura con el mismo tema refundido en su colección Obras escogidas para canto y piano, como «tango americano», titulándolo La neguita [sic]. De ahí lo tomaría el violinista y compositor francés Édouard Lalo para desarrollar el tercer movimiento (Intermezzo. Allegro non troppo) de su Sinfonía española para violín y orquesta, en re menor, opus 21, composición escrita para el violinista español Pablo Sarasate y Navascués, estrenada en París en febrero de 1875. Mas recientemente, el músico militar y compositor valenciano Miguel Asins Arbó usó la misma melodía con ligeras variaciones en la composición del Ballet de L'Animalot de su obra de 1991 Suite para bandas sobre motivos populares. Por otro lado, el folclore peruano tiene adoptado el tema como propio en forma de «panalivio», canción lamento de ritmo lento parecida a la habanera, que muchos coros y solistas del país hispanoamericano han incorporado a sus repertorios, habiéndose publicado algunas grabaciones, entre ellas una muy acertada, cantada por Lucila Campos, con un parecido asombroso, con nuestro villancico.
Musicamente, la diferencia más palpable entre estas versiones y la nuestra radica en que en el villacico que estudiamos la modulación del primer al segundo tema es modal —cambia de mi menor a mi mayor—, mientras que en las en las otras, es, además, tonal, modulando de un tono menor a su relativo mayor. Sin embargo, al contrario de lo que pudiera parecer, la melodía de este segundo pasaje no sufre demasiados cambios con respecto a las versiones americanas y se adapta perfectamente a la nueva tonalidad.
En cuanto a las letras que hemos encontrado para la composición, ninguna coincide con la nuestra. Todas parecidas y de carácter profano, se refieren, sí, a negrito, o negrita también, unas como lamento por su poca paga y mucho trabajo y otras de contenido más o menos jocoso, pero ninguna que se acerque al tema navideño.
A pesar de que la música podría tener raíces en motivos folclóricos de la España peninsular, y muy probablemente en alguna pieza del flamenco naciente, por su ritmo, cadencia y por las menciones en la letra a frutos propios de la zona, casi desconocidos en la península, y por la alusión al café de la cercana Puerto Rico y, sobre todo, a «mi Cuba querida», queda clara la naturaleza cubana del villancico y no es difícil intuir la forma en que pasó de pieza lúdica a canción religiosa popular. Es más difícil, por no decir imposible, dilucidar cómo llegó a Cástaras. Nosotros proponemos, como meras hipótesis, dos posibles vías de penetración en nuestro acervo cultural: la primera, que fuera transmitida a los mozos de Cástaras al regreso del servicio militar por algún soldado castareño destinado en guarniciones de Cuba en el periodo finicolonial y la segunda, que fuera enseñada a la juventud castareña por Beatriz (Beatriz Rodríguez Fernández), castareña que viajó por Hispanoamérica y estuvo viviendo en Cuba, donde adquirió una notable cultura al mismo tiempo que experimentaba extrañas aventuras, según decían. Todavía joven, regresó a Cástaras donde residió hasta su fallecimiento, acaecido a finales de los años cincuenta o principios de los sesenta del siglo XX, cuando alcanzamos a conocerla como una señora elegante, extravagante, de costumbres solitarias y quizá algo trastornada. Influyó en muchos castareños transmitiéndoles educación y cultura, y creemos muy probable que fuera ella la que introdujera en nuestro pueblo el «Pobre negrito», y tal vez algún que otro villancico, tras su repatriación a principios del siglo XX.
No se pueden descartar otras vías de penetración, pero hace más de cien años, y con seguridad en la década de 1920, el «Pobre negrito» ya estaba plenamente implantado en los repertorios navideños de Cástaras y se cantaba con regularidad cada año hasta que el pueblo se fue quedando vacío.
Año y medio después de la publicación de esta página, en el curso de otras investigaciones sobre el folclore de la Alpujarra, José Luis Prats encontró que el musicólogo granadino Germán Tejerizo había recogido en Busquístar y publicado en el apartado «Canciones religiosas: villancicos para cantar ante el belén» de su obra de 2007 Cancionero popular de la provincia de Granada V. Canciones y romances de la Alpujarra, una versión de nuestro villancico que trasladamos a continuación.
Este hallazgo viene a introducir nuevas incognitas sobre la forma en que la habanera convertida en villancico se incorporó al folclore alpujarreño. No cabe duda de que ambas versiones tienen un origen común. La recogida en Busquístar presenta diferencias con la de Cástaras en algunas notas, sobre todo en los primeros compases de la segunda frase musical, donde se rompe por completo el aire cadencial de la melodía, diluyéndose la secuencia rítmica del compás propia de la habanera —semicorchea-corchea-semicorchea/corchea-corchea—, en una fórmula mucho más neutra y genérica —corchea-semicochea-corchea—, lo que aplana la pieza, restándole acento, colorido y vistosidad. Tal vez este fenómeno se deba al modo de transmisión oral del villancico, método que tiende a simplificar las composiciones adaptándolas al oído llano de la gente sencilla. La letra es prácticamente la misma. Únicamente se aprecian diferencias en los nombres de frutos desconocidos en la Alpujarra (mamey, canistel), que, en la transmisión oral, el lenguaje popular ha asimilado a productos, por cercanos, más corrientes (mangle, anisé) o incluso inventados forzando la rima. Germán Tejerizo sugiere que la pieza podría ser heredera de los villancicos barrocos «de negros» que se cantaban profusamente en los maitines navideños en los siglos XVII y XVIII, posibilidad que no descartamos en cuanto a la letra. Sin embargo, la música parece tener raíces totalmente distintas, según lo comentado anteriormente, y, tratándose de una habanera, sería anacrónico emplazarla más allá del siglo XIX.
Para la mejor conservación de esta singular pieza de nuestro folclore, la rescatamos hoy con dos versiones de la letra ligeramente diferentes que nos han proporcionado Inmaculada García y las hermanas Carmen y Marisa García Martínez, a las que les fue transmitida por su padre Enrique García Guardia. Por su parte, el músico y musicólogo, colaborador de Recuerdos de Cástaras, José Luis Prats ha preparado una versión orquestada para bandurria, laúd y guitarra con discretos toques de pandereta y botella, que aproximan la composición al estilo alpujarreño tradicional, y con acertadísimos toques de claves que evocan el origen caribeño de la pieza. La grabación sonora que presentamos está interpretada por Yasmina Prats y por el propio José Luis, que aparte de los arreglos y orquestación se ha encargado de la edición, secuencia, sintetización, producción y registro de la misma, así como de iniciar la investigación sobre los orígenes de la composición, proporcionándonos datos sin los cuales habría sido imposible llevar a cabo este somero estudio.
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Fecha de publicación: |
24-12-2019 |
Última revisión: |
28-04-2023 |